Una acción democrática es el voto, igual hablamos de la democratización de la imagen y al derecho de su recepción, y por el momento la imagen no hace parte de nuestros deberes. Así como el voto es una estructura que tiene principio y fin en sí misma, la imagen se comporta equivalente como otra estructura de confinamiento que esta determinada por los productores y sus medios de difusión. Si abrazamos nuestros límites y especulamos sobre la imagen pictórica podríamos afirmar que ella está aislada por sus límites, límites que están representados en la TV por la pantalla y en la pintura por la verticalidad de una pared. Parece que la única forma de inscribirse a la imagen es a partir de un receptáculo, de una convención, ¿cómo superar lo que culturalmente no se hace necesario de ser entendido? Si la pared es un lugar obrado y confirmado por la memoria colectiva, se hace necesario acomodar las convenciones y a las topologías propias de nuestro tiempo y contexto. La pared no es el problema, tampoco lo es la práctica pictórica, ni siquiera la tradición, el problema es que vemos y hablamos de las imágenes sin reconocer la gramática, nos reconocemos en el espejo sin ubicarnos paralelamente a la pared.
Para el trabajo realizado en la columna del puente de la calle 116 con avenida Boyacá el colectivo no intervino el espacio, lo ocupo, invadimos su forma para significarla como superficie de un gesto pictórico. Las líneas que se ven en el trabajo corresponden a una litografía que emula líneas pintadas con un rodillo y cuya matriz es diseñada por computador. Esta descripción no es ninguna garantía para entender lo que se ve como una pintura, lo que hay que tener claro es que se parte de presupuestos conceptuales pictóricos para construir una imagen pictórica y no pintar una imagen.
texto e imagen Cristian Prieto.
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